Memorias de un México que grita en silencio
Por: Lic. Yadira García Montero / Investigadora
Desde hace casi 100 años se festeja el Día de las Madres cada 10 de mayo en nuestro país y aunque resulta fácil percatarse de que se celebra por la mayoría de los mexicanos, poco se cuestiona el “por qué” o el “para qué” de dicha festividad y tampoco se abre el espacio para prestar atención a una triste realidad que se vive en México: las madres -y no sólo las madres, si no todos aquellos familiares o seres queridos- de los más de 40,000 desaparecidos; es por eso que en estas líneas se ofrece un panorama polarizado, así como nuestro país: el mismo día que para muchos es motivo de celebración, para otros evoca las memorias de tragedias que son gritadas en silencio.
Pese a lo interesante que resulta siempre el cuestionarse sobre el “por qué” de algo, por ser la causa o el origen de algo, en esta ocasión se mencionan únicamente algunas opiniones sobre el nacimiento de esta celebración a manera de introducción, en virtud de no ser el tema central del artículo. Se dice que quien propuso la iniciativa de adoptar el Día de las Madres fue el periodista Rafael Alducín en 1922 y que dicha propuesta fue secundada por José Vasconcelos, la Cruz Roja Mexicana, así como por el Episcopado Mexicano. También hay quienes sostienen que fue un intento reaccionario contra el movimiento feminista que comenzaba a generar rupturas paradigmáticas en las mujeres mexicanas respecto del uso de métodos anticonceptivos(Digital, 2019); por lo que este festejo fungió como contrapeso al promover y celebrar la maternidad.
Por su parte, el “para qué” de algo resulta más interesante aún que el “por qué”, sin embargo, también resulta más complejo y pocas veces se cuestiona, quizás porque fuimos educados más bien para reflexionar continuamente sobre las razones por las que hicimos algo en lugar de preguntarnos las razones que tenemos para hacer algo, lo cual es triste porque nos mantiene estancados en lo que ya pasó y no nos preguntamos sobre los motivos que tenemos para realizar acciones que sí pueden modificar lo que vivimos, es decir, las acciones futuras.
Bajo la lógica anterior, conviene preguntarse para qué conmemoramos el 10 de mayo en el momento que vive el país. Conmemorar esta fecha genera que la emotividad aflore y este año observamos los dos polos de las emociones: la felicidad de muchos por festejar la vida o las obras de las madres y la angustia de tantas madres que salieron a marchar para exigir justicia por la desaparición de sus hijos. Como punto intermedio entre ambos polos, se siente la indiferencia y el desinterés observado de parte de algunos sectores frente a la urgencia de dar respuesta a esta triste situación.
Sin embargo, es preciso reconocer que los mexicanos vamos dando muestras de vida -con esto hago referencia a la vida necesaria para luchar y defender causas sociales- desde diversos puntos: por un lado, podemos observar la lucha de colectivos y organizaciones sociales por dar solución a problemas que aquejan a la población mexicana, como es el caso de la asociación civil “El día después”, la cual reapareció hace unos días al hacer un llamado a los mexicanos para transformar la realidad que vivimos, proyecto en el que “ha elegido visibilizar la situación en la que viven miles de familias que buscan a personas desaparecidos por toda la geografía mexicana” (País, 06). Otro ejemplo son los esfuerzos que ha realizado el Comité Internacional de la Cruz Roja para facilitar la búsqueda de personas desaparecidas o no localizadas.
Esfuerzos como los mencionados anteriormente, han lanzado una efectiva provocación a los ciudadanos y el mejor ejemplo lo vimos este Día de las Madres con las marchas que tuvieron lugar en distintos puntos del país, generando en primer lugar la visibilización de un problema que quizás no era del conocimiento de muchos mexicanos o que tal vez sí conocían, pero preferían evadirlo con indiferencia.
¡Vaya 10 de mayo! Vuelvo al cuestionamiento anterior: entonces, ¿para qué festejarlo? Más que festejar, las fechas que se consideran relevantes para la mayoría deben ser más que un día de descanso laboral o de salir apresurados a comprar flores para obsequiar a las madres -cabe mencionar que no estoy adoptando una postura en contra de las muestras de cariño o de los festejos por esta fecha, pues sin lugar a dudas es la fortuna más grande tener a nuestras madres y su festejo no requiere justificación, al contrario, ellas merecen celebraciones y gratitud a cada instante-, estas fechas son la perfecta razón para obsequiar empatía y trabajo por causas tan lamentables como los más de 40,000 desaparecidos en nuestro país.
Como menciono en el título del artículo, desgraciadamente muchas de las tragedias que se viven en México son gritadas en silencio, pues cuando se alza la voz, otras más fuertes suenan para que éstas se dejen de escuchar. No se trata de esperar a que algún familiar o conocido desaparezca para empatizar y apoyar estas causas, es necesario que nos mantengamos receptivos ante estas visibilizaciones de problemáticas sociales y que actuemos en consecuencia, pues retomando la famosa frase de Einstein: “el mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad”.